Grabados: Un mundo para conocer y dominar:muestra con mapas y cartas marítimas creados entre los siglos XVI y fines del XIX,

Documenta Chartographica de las Indias Occidentales y la región del Plata,:
Por Judith Savloff, Perfil 21/01/08
Grabados: Un mundo para conocer y dominar. El Pabellón de Bellas Artes de la Universidad Católica Argentina (UCA) exhibe “una muestra con mapas y cartas marítimas creados entre los siglos XVI y fines del XIX, la mayoría por españoles, franceses, ingleses y holandeses. Historia, geografía, exploración y dominación en documentos con toques artísticos, que aún asombrosos.
La tradicion estetica en un mundo “nuevo”. América Meridional en el Siglo XVII, por Nicolas Sanson, una obra impresa en Francia en 1679.
Uno busca en esta muestra un acercamiento a mutaciones en formas del conocimiento y belleza. Y los encuentra, incluso aunque no esté particularmente interesado en la cartografía y su historia, sobre todo como detalles exaltados entre las masas de tierra.

La tradicion estetica en un mundo “nuevo”. América Meridional en el Siglo XVII, por Nicolas Sanson, una obra impresa en Francia en 1679.

Uno busca en esta muestra un acercamiento a mutaciones en formas del conocimiento y belleza. Y los encuentra, incluso aunque no esté particularmente interesado en la cartografía y su historia, sobre todo como detalles exaltados entre las masas de tierra.
Muchos de los mapas que se exhiben en el Pabellón de Bellas Artes de la UCA, principalmente los del siglo XVI, los más antiguos, están poblados por bellas figuras más o menos fantasiosas, más o menos idílicas, que abundan en señales de los cambios de mentalidades y de técnicas tan francas que resultan por momentos revelaciones o constataciones con chispas deslumbrantes.
Los enormes papagayos del Brasil y los pingüinos porosos de Tierra del Fuego, los aborígenes con pose y paño de héroe clásico, los angelitos rafaelinos que decoran marcos con inscripciones, las morenas de ojos aindiados que evocan madonas toscas y los puntos que relevan la iluminación de los diques porteños en el siglo XIX señalan rasgos clave de las miradas de otros diversos en tiempos diversos.
Las representaciones de los territorios de América hegemónicas entre europeos y americanos estuvieron guiadas siempre por propósitos geopolíticos y al principio también pedagógicos. Por una intención permanente de ubicar espacios hasta entonces desconocidos y otra, inicial, de difundir las novedades asombrosas que los habitaban. Pero además pueden detectarse en ellas las señales de la secularización de la cultura, del perfeccionamiento de los instrumentos de navegación y mensura, de la especialización de las ciencias y de la promesa de liberación del arte.
Claro que como escribió Cecilia Cavanagh, directora del Pabellón de la UCA, en el catálogo: “Es indudable la importancia de los mapas en la historia de la geografía, exploración, diplomacia, desarrollo económico, planteamiento social y militar, pero no es menos importante su estudio a la luz de la vertiente artística”.
Antonio Cornejo, presidente de la Academia Nacional de Geografía, agrega que el mapa más antiguo que se conoce es una tableta de arcilla de siete por siete centímetros que representa el valle del Eufrates, realizada en el 2500 a.C. y hallada en las ruinas de Ga Sur, a 300 kilómetros al norte de la antigua Babilonia. Pero este tipo de trabajos no fueron valorados como objetos de estudio y dignos de preservación al uso nuestro hasta el Renacimiento.
Cavanagh recuerda que los cartógrafos medievales llamaban a sus globos de azul intenso decorados con escenas imaginarias saturadas y encantadoras estrellas doradas Pictura Mundi o Imago Orbis. Que los manuscritos italianos de la Geografía de Ptolomeo “fueron embellecidos con retratos del Papa”. Que los mapas renacentistas fueron modelos de murales, como los de la Sala delle Due Mappe en el Palacio Ducal de Venecia, creados por Giacomo Gastaldi. Que “la parte artística fue a menudo encomendada a realizadores de renombre como Durero y Holbein”. Y que “los mapas de los siglos XVI y XVII sirvieron de vehículo para divulgar las maravillas de las tierras recién descubiertas”.
Obviamente, no hay en las piezas expuestas “arte por el arte”. Su principal propósito, ayudar a conocer y dominar, es claro. Quizá más sutil en la contraposición de indígenas semidesnudos ofreciendo frutos entre la vegetación exuberante y un conquistador disparando contra un pato. Y brutalmente explícito en la repartición de rectángulos de tierra realizada por Juan de Garay tras la fundación de “Buenos Ayres”.
Con sus embarcaciones y sombras de sirenas y tritones, sus fortines y sus quintas arboladas, algunos trabajos pueden provocar sonrisas. Enternecer por el sincretismo y lo ingenuo. Mientas que otros llegan a generar escozor y hasta dolor con sus latidos de violencia. Lanzas versus bayonetas, aunque no se vean frente a frente en ninguna de estas piezas. Pero en conjunto, contrapuestos y dialogando con obras de artistas contemporáneos –como Leonel Luna o María Facchín– sugieren también la persistencia de ese sueño (no menos naif) de abarcar el mundo entero con las propias manos.

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