Museo de las Malvinas, distorsionado por el relato presidencial
Museo de las Malvinas,
distorsionado por el relato K (Editorial del diario)
Lunes 15 de septiembre de
2014 La Nación
Una feliz iniciativa ha quedado
contaminada por la propaganda facciosa y el uso político que ha intentado darle
el gobierno kirchnerista
Por más que el kirchnerismo intente
relatar el pasado remoto y reciente escondiendo verdades y exaltando falacias,
nadie, salvo los interesados en promover esa versión maniquea que produce
réditos de distinto tipo, cree en los endiosamientos ni en las condenaciones de
la "historia oficial".
De la misma manera en que la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner ordenó arrancar de la plaza pública contigua a la Casa de Gobierno la estatua
de Cristóbal Colón, al parecer por sugerencia de Hugo Chávez, que le endilgó la
acusación de genocida -argumento absurdo y anacrónico como pocos-, sin que de
nada valiesen los justos reclamos de gran parte de la ciudadanía, se han
adoptado a lo largo de estos últimos años medidas tendientes a consolidar un culto
de la personalidad impropio de un gobierno democrático.
Para ello no se ha vacilado en descalificar a
figuras clave de la historia argentina con el propósito de ensalzar a otras,
según el particular criterio historiográfico de la primera mandataria, ni en
adjudicar al matrimonio Kirchner méritos exclusivos en las acciones
reivindicativas que sucesivos gobiernos constitucionales asumieron en calidad
de políticas de Estado. Como ejemplo cabe citar el reclamo por la soberanía
nacional en las Malvinas y las islas del Atlántico Sur, que ha sido materia de
intentos diplomáticos y enérgicos reclamos en distintos foros internacionales
desde la reinstauración democrática, por no decir que también ocurrieron en
otras épocas de nuestra historia. Parecería que los gobiernos de Raúl Alfonsín,
Carlos Menem, Fernando de la Rúa
y Eduardo Duhalde hubieran pasado de largo por el tema, y que, súbitamente,
después de la asunción del primer mandatario santacruceño, se hubiese caído en
la cuenta de que era necesario defender los derechos argentinos en aquella
parte irredenta de nuestro territorio.
El Museo de las Malvinas, que creó el gobierno
nacional en el ámbito de la ex ESMA, debería ser bienvenido por todos los
argentinos si no hubiera sido utilizado también para la exacerbación de la
propaganda oficial. A lo largo de la recorrida, el visitante es aporreado con
una proyección continua de discursos de Néstor Kirchner y su esposa sobre el
tema, como únicos dignos de ser incorporados a la memoria colectiva.
Pocas son las cuestiones que ocupan la emoción y
las preocupaciones de la inmensa mayoría de los argentinos como el
reconocimiento por parte de Gran Bretaña de la usurpación y la consecuente
devolución de "la perdida perla austral", como reza la marcha que
resuena en el corazón de los hijos de este suelo. Por eso, el museo debió ser
un sitio de información jerarquizada por el equilibrio y la imparcialidad.
En vez de que prevaleciera el "relato"
con sus loas y reprobaciones, debió brindarse al público la posibilidad de que
hiciera su propio juicio, ayudado por material no contaminado por la propaganda
facciosa del partido gobernante. Pero se prefirió, una vez más, que
prevaleciera la infantil y sectaria postura que tiene su claro antecedente, y
se podrían citar otros muchos casos, en el Museo del Bicentenario.
Es de esperar que una vez que culmine el ciclo
kirchnerista, en diciembre de 2015, el nuevo gobierno, cualquiera que sea su
signo, se ocupe de brindar a sus conciudadanos la posibilidad de encontrar en
el Museo de las Malvinas la verdadera historia. Con sus puntos oscuros, pero
también con los hechos de afirmación de la soberanía en la diplomacia y en las
acciones militares que, si bien no alcanzaron la victoria, demostraron, más
allá de los gruesos errores de conducción estratégica y táctica cometidos por
el gobierno del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, el enorme
valor y el heroísmo de los soldados, marinos y aviadores argentinos
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