EL MALBA CUMPLE CUATRO AÑOS: MAS DE UN MILLON DE VISITANTES

"Ningún museo es un negocio económico"

El fundador y mecenas Eduardo Costantini quiere ampliar la base financiera de su proyecto con nuevos aportes privados

No es el incesante movimiento de gente que circula entre las muestras, o en el bar, o en la tienda; ni la luz exterior que se derrama generosamente en el edificio vidriado; ni Berni, ni Frida Kahlo ni Pettoruti, conviviendo con jóvenes artistas contemporáneos. Lo que más asombra en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) no se ve, y son sus números.

En sus cuatro años de vida -que cumplirá el martes próximo-, el museo superó el millón de visitantes; 20.000 alumnos de escuelas lo recorren por año; tiene un equipo de 100 personas que sostiene la realización de las muestras y el extenso y diverso programa de actividades culturales y, para fin de año, habrá enriquecido su colección permanente con 50 obras de artistas contemporáneos.

El Malba recibirá su cuarto aniversario con la apertura, el viernes próximo, de "Cuadros en movimiento", una novedosa muestra de Andy Warhol que acaba de desembarcar desde el MoMA de Nueva York.

"El Malba es un centro donde fluye gente", definió a LA NACION su creador y mecenas, el empresario Eduardo Costantini, propietario de la colección de arte latinoamericano que es la base del museo. Costantini -que celebra hoy su cumpleaños número 59- no pierde tiempo. Con la misma estrategia con la que imaginó un museo que se convirtió en centro cultural, lanzó el año último un programa de adquisición de obras que apunta a atraer nuevos inversores que colaboren para sostener un museo cuyo déficit llega a unos 2 millones de dólares por año.

"Ningún museo en el mundo es un negocio económico", dijo despreocupado, pero hizo sus críticas: "En la Argentina, el sector privado tendría que aportar más a la cultura y el sector público no está comprometido". Tiene un ejemplo a mano: está esperando que cambien las autoridades del gobierno de la ciudad para lograr apoyo para su proyecto de ampliar el museo con la construcción de 3000 metros cuadrados subterráneos.

-Si mira al Malba hoy, ¿se parece a lo que usted había imaginado cuando se inauguró?

-Creo que estamos mejor de lo que pensábamos. Nos imaginábamos un museo, casi un centro cultural, que desplegara distintas actividades que hicieran sinergia entre sí. El museo es un centro donde fluye gente; un punto de congregación. La inserción del Malba ha superado nuestras expectativas y estamos muy contentos con la diversidad y el nivel de programas que estamos desplegando. Por suerte, el Malba es una usina que trasciende a su fundador.

-¿Cuál es el fin del plan de adquisiciones que comenzó en 2004?

-Tiene un doble propósito. El fin básico es aumentar el acervo cultural de la colección permanente, sobre todo con artistas jóvenes contemporáneos. Empezamos con argentinos, pero la idea es ir incorporando artistas de otros países latinoamericanos. Además, buscamos acercar a coleccionistas y familias argentinas al Malba, para que le den un apoyo que en el largo plazo permita su sustentabilidad. El Malba hay que pensarlo a 100 años.

-¿Cómo se financia hoy?

-Por ahora, está sostenido por una única familia. Desde un comienzo, el proyecto estratégico fue tener un directorio pluralista, una asociación de amigos y distintos programas para acercar otras familias que se vayan involucrando con el museo.

-¿Qué déficit tiene el Malba?

-De un millón y medio a dos millones de dólares por año.

-No es un buen negocio.
Buenas y malas noticias

Alicia de Arteaga
Martes visuales


Sobre el filo del fin de semana se supo que la tradicional rematadora J.C.Naón había subastado un cuadro del francés Bonnard en 80.000 dólares, en línea con el mercado internacional. Se supo también que el empresario y coleccionista Eduardo Costantini estaba dispuesto a perder más de 2 millones de dólares por año para mantener abiertas las puertas del Malba, considerado en forma unánime el único museo privado en su tipo de América latina.

El domingo por la tarde, un público entusiasta disfrutó durante dos horas de la más fantástica maratón de ballet que se recuerde, coronada por la coreografía de Oscar Araiz, que encontró su punto más alto en el adagietto de Gustav Mahler. Música para escuchar con los ojos abiertos, el ballet ingresa en la categoría de las artes visuales, porque "encarna" una partitura que se ejecuta para ser mirada. El clima festivo y gozoso de esa extraordinaria secuencia de grandes hits del ballet universal fue un regalo para la platea. El silencio y los suspiros fueron la expresión del deseo de que ese momento no terminara más.
* * *


Ahora, la misma historia, contada desde otro punto de vista. Por absurdo que parezca, en la Argentina, un país que debe cuidar con celo su patrimonio porque tiene poco, los derechos de importación de una obra de arte son casi diez veces más altos que los de exportación. Para importar un cuadro, el interesado deberá desembolsar cerca del 45% de su valor en concepto de derecho de importación (16%), tasa (0,5%), IVA (21 o 10%, por determinar según la obra); ganancias (6%) e ingresos brutos (1%).

El fundador del Malba asume el gasto como una inversión. Los ingleses han solucionado el tema con los aportes de la lotería; podría pensarse en algo similar para nuestro país, donde se juega más de $ 1,4 millón por hora. También debería pensarse que, cuando una colección privada se hace pública, hablar de derechos de importación es una contradicción.

La fiesta del ballet fue la cara brillante del Colón; la otra, que exhibe heridas y magullones, fueron los episodios lamentables que rodearon al Festival Marta Argerich. Y como no se trata de una crisis aguda, sino de una enfermedad crónica, los coletazos siguen: el domingo, los músicos de la orquesta tocaron vestidos "de civil", salvo el director, que lució el frac propio de las funciones de gala. Anecdótico, pero significativo.

Por Alicia de Arteaga

aarteaga@lanacion.com.arMALBA

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